El Reencuentro En el pueblo de Valbuena existe un colegio, pequeño y sencillo; lleno de chiquillos juguetones, que cantan, corren y juegan con risas, se oyen los gritos de alegría. A clase les llamaba el maestro Rumualdo es la hora de entender, de curiosear en el Cosmos , de jugar con números y letras. Pasa el tiempo , el maestro Rumualdo se pasea por aquel patio donde jugaban los chicos, el sol le golpea la cara en las arugas marcadas , las canas brillan ante su luz. El viejo maestro pasea por el patio, prosigue, respira profundo y se pregunta ¿Dónde están los niños? , ¿Dónde están los niños?, voltea con mirada angustiosa, pero donde, chasque los dedos y se dice: donde va a estar, caminando por la vida, quizás peleando no con historietas y personajes de cuentos, sino con verdaderos villanos de la vida o quizás intentando ser superhéroes que tratan de sobrevivir en un mundo cargado de injusticias , desigualdades, contradicciones, tentaciones. Otros quizás triunfaron, que tipo de triunfo tuvieron, se imaginaba aquel profesor que intento miles de veces inculcarles principios, valores, ética, tenacidad, se decía siempre les he dado las mejores herramientas para enfrentar la vida, consideraba el maestro Rumualdo; pero a la vez analizaba la sociedad del siglo XXI y se preguntaba ¿habré hecho bien? , quien sabe. Un día de nuevo jugaba con su imaginación sentado bajo el árbol frondoso que cubría una esquina del aquel patio del colegio que tanto amaba. Se veía caminando por la ciudad ruidosa y de pronto escucha su nombre maestro Rumualdo, se detiene por un instante y sigue, en su pensamiento ya no estaba presente aquella frase, había pasado mucho tiempo sin oírla. De nuevo la oye voltea y un hombre alto de ojos verde y sonrisa amable lo mira fijamente, ¿Profe no me recuerda? soy yo Rodrigo Albarenga su alumno de primaria, con gran sorpresa y ojos humedecidos de la emoción, corazón agitado le da un gran abrazo. Se habían reencontrado alumno y profesor. Mi estimado Rodrigo como has cambiado, eres todo un hombre, que alegría verte, no paraba de hablar el maestro Rumualdo, sentía que se había rejuvenecido. Vamos a tomar un café profe, si vamos. Al sentarse en una agradable mesa en medio del boulevard de la ciudad, la tarde se hacia cálida, los arboles se movían al son de una suave brisa que acariciaba los rostros de aquellos dos desconocidos pero unidos como nunca, el reencuentro los envolvía en una atmosfera acogedora. ¿Qué es de tu vida hijo?, ¿Qué haces?, ¿Te casaste? ¿Trabajas? , miles de preguntas venían a la mente del viejo maestro. Vamos por parte profe, le contaba con detalle lo sucedido a lo largo de aquellos años. El maestro Rumualdo solo quería escuchar la respuesta que buscaba, pero esta no florecida. De pronto, querido maestro sus consejos, sus básicas enseñanzas simples pero cargadas de cariño me sirvieron y me sirven de mucho. Me he vuelto una persona madura y con confianza en mi misma. Siempre busco la verdad, y la fe en Dios están presentes en mi, transforme todo aquel mundo que usted descubrió con nosotros y ahora soy feliz Gracias. Sentado en su patio del aquel colegio del pueblo de Valbuena , el maestro Rumualdo soñaba con sus alumnos y de nuevo se preguntaba ¿ donde están los niños?